El trabajo de un interiorista es muchas veces el gran desconocido, incluso para los más amantes de la decoración. Muchas veces se piensa que el interiorismo es un trabajo en el que se requiere únicamente de algo de gusto estético y mucha imaginación. Este pensamiento está muy alejado de lo que es en realidad un interiorista, ya que, para una profesión como esta hay que estar formado y poseer una gran cantidad de conocimientos estéticos y técnicos para poder llevar a cabo un buen proyecto de interiorismo.
Para realizar un proyecto de interiorismo se realizan bocetos, planos escalados y perspectivas para poder definir las cuestiones más técnicas, que serán completados con detalles más puramente estéticos como el color, acabados, iluminación, materiales, tejidos, elementos decorativos…
El objetivo principal de elaborar un proyecto de interiorismo es adecuar el espacio a las necesidades que presenta el cliente.
Todo proyecto de interiorismo, por pequeño que sea, tiene unas fases que el cliente debe conocer para saber exactamente a lo que se enfrenta.
En esta fase tienen lugar las primeras entrevistas y la primera toma de contacto con el cliente, en la que presentan las necesidades y el alcance del proyecto.
Se estudian características bases del lugar y de su entorno, como la orientación, la incidencia de la luz natural, medidas…en definitiva, un estudio de todos los elementos que condicionarán el diseño final.
Una vez realizada la toma de datos, se define la idea de proyecto, esta idea va a ir dando forma al proyecto y aparecerá plasmada en cada uno de los elementos que lo componen. En esta fase se realiza una primera propuesta más conceptual, en la que se empiezan a definir características generales del espacio que se va a diseñar, referencias de proyectos similares ya ejecutados, sensaciones que se quieren transmitir, colores, texturas, croquis a mano... Esta es siempre la fase más creativa.
Tras afinar esta idea de proyecto con el cliente, se pasa a un trabajo más palpable en el que se plasme todo este trabajo previo, se adapta todo el concepto al espacio en el que se va a actuar. Se empieza a trabajar en plano para poder entregar al cliente los primeros planos de distribución, plantas, secciones e incluso perspectivas 3D en muchas ocasiones, todo ello completado con las texturas y materiales que se quiere utilizar para poder acercar al cliente lo máximo posible al resultado final.
Con la intervención clara y sabiendo el alcance exacto de los trabajos que se quieren realizar, se procede a elaborar un presupuesto en el que se reflejará el coste total del proyecto. Se solicitan presupuestos a distintos proveedores y fabricantes para poder comparar y poder dar un precio real y competitivo. En esta fase también, se revisa este presupuesto con el cliente y se dan las últimas puntadas al proyecto sobre el que se está trabajando, para terminar de definir cada detalle.
Con el presupuesto definido y cerrado, se empiezan a realizar los planos del proyecto de ejecución, en el que se plasmarán las ideas finales y que servirán de guía para todos los oficios que vayan a trabajar en la obra. En estos planos debe aparecer toda la información necesaria para que los trabajadores puedan realizar los trabajos correctamente, una especie de dossier en el que se recopilará toda la información referente al proyecto. Debe estar compuesto por todo tipo de planos, planos de distribución actual y propuesta, demoliciones, pavimentos, techos, paramentos verticales, instalaciones, iluminación, detalles de muebles hechos a medida, detalles de encuentros…todo lo que se considere necesario para detallar el proyecto.
En esta fase, simultáneamente, se definen con el cliente los materiales y acabados finales que se van a utilizar, las piezas de mobiliario...etc.
Llegados a este punto, es muy importante haber reparado y haber trabajado lo suficiente en todas las fases anteriores para evitar, en la medida de lo posible, el mayor número de imprevistos posibles.
En esta fase hay que lidiar con todos los oficios para que no se impidan el trabajo los unos a los otros por solapar demasiados oficios, pero evitando también que la obra se alargue demasiado, sin prisa pero sin pausa.
En esta fase, es importante tener previsto un tiempo destinado únicamente a los remates de obra, imprevistos y desperfectos que se pueden dar durante cualquier obra y que habrá que solucionar en el final de esta para que todo tenga un perfecto funcionamiento tal y como desea el cliente.
Cuando la obra está llegando a su fin, hay una fase que muchas veces pasa desapercibida y que es la que pondrá el broche final a un trabajo bien realizado. La elección de los últimos detalles y elementos decorativos que van a aportar el toque diferenciador al proyecto, telas, vegetación, cuadros, espejos, todo vale en esta fase, siempre y cuando, esté en consonancia con la idea inicial del proyecto.
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